jueves, 10 de diciembre de 2009

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A veces obstruimos nuestros caminos, nos alejamos de la realidad, nos encerramos en nuestros pasatiempos en nuestras obligaciones, nos negamos la oportunidad de ver el mundo de una manera distinta. A veces, simplemente, queremos desaparecer, olvidarnos de que existimos, de que existe un mundo ahí afuera, de que la vida no es solo trabajo, de que podemos sentir. A veces, sentir nos hace humanos. A veces, ser humanos duele.
Amarro mi pelo con una liga. Me siento frente a la computadora. Escribo una lluvia de ideas. A medio camino enciendo un cigarro que fumo a medias porque mis manos están demasiado ocupadas para ocuparme de fumarlo. Sé que voy a llegar a mi cumpleaños número 30 sin una idea clara de quién soy, con una idea clara de quién quiero ser, sabiendo lo que me gusta y lo que no, lo que quiero y lo que no quiero, y sin haber dejado de fumar. De todas formas, me prometí a mí misma, hace unos tres años, que dejaría el cigarro en esa fecha. Faltan menos de seis meses y definitivamente no he bajado la cantidad de cigarros que fumo al día. Ya veré más adelante. Tal vez necesite uno de esos parches de nicotina para dejar el vicio.
Le temo a los terremotos. Les temo como a nada. Mi madre me enseñó a lanzarme y superar mis miedos. ¿Cómo se supone que me enfrente a un miedo que no llega? Hace como un año que no hay un movimiento telúrico en esta ciudad. Tengo miedo en las noches. Tengo miedo de dormir y ser despertada por uno de esos monstruos sin pies ni manos, sin mandíbulas, sin garras, sin dientes, pero que lo devoran todo. Supongo que vivir en un edificio hace que les tenga más miedo. Supongo que haber vivido el terremoto de Ica sola justo al ascensor me dejó una huella. No creo en la iglesia católica ni en ninguna otra, pero nunca recé tanto en mi vida.
Esta es otra noche de esas. Otra noche en las que siento un terror supremo a que se desate un terremoto y el piso se hunda, todo se resquebraje y yo esté en medio de ese todo. Quedar atrapada sin salida. Peor aún: que algo golpee mi cabeza y deje de existir para este mundo. Tal vez le tenga miedo a la muerte. No lo sé. Cuando llegue, lo sabré. Tal vez le tenga miedo a la muerte porque siento que aún no he dejado una huella, ni siquiera un camino que lleve a otros a dejar una huella.
Cuando comencé a salir con J todo era confuso. Ella, su príncipe europeo, la noche que pasamos juntas, el semestre que había rogado porque me diese una oportunidad.
Salir con héterosexuales no es fácil. Aún me cuesta escribir sobre ello. Mis dedos se hacen lentos, necesito más pausas. Y, sin embargo, aquí estoy. Ya no saliendo con ella, ahora “estoy” con ella, como decimos en Perú. “Girlfriends” lo llama mi amiga inglesa.
Evito la mirada de mi madre que pasa a ver si todo está bien conmigo, si necesito más luz, si estoy bien sentada, no vaya a ser que tanto escribir en mi laptop me malogre la columna o la cerviz.
No. Definitivamente no soy una chica cualquiera. Tengo la suerte de que mi madre me aguante que quiera seguir otra carrera para complementar la que estudié en la universidad, y por eso no me exija más que pagar mis estudios y pagar algunos gastos del departamento. Creo que otra me hubiera mandado a trabajar a tiempo completo; eso, si no me botaba de la casa a los 25. Tengo suerte.
Pero... ¿qué hará cuando se dé cuenta de que “sigo” siendo lesbiana? Tengo la impresión, la sospecha que se confirma día a día, de que ella piensa que ya “se me pasó”, que fue solo “una etapa”. A veces siento como si la estuviera engañando. Entonces es cuando otra parte de mí sale y dice “pero ser lesbiana no es un pecado y, por otra parte, ella misma no quiere enterarse, no quiere saber, no quiere darse cuenta, ¿o no crees que es demasiado obvio que no salgas con ningún chico y que casi todas tus amigos sean mujeres?”.
“Estar” con una hétero... sí, es un problema. Pero estar con J es aún más problemático. ¿Cómo logras que una hétero se “convierta”?. No solo eso. J no es solo una hétero más. J da prioridad a sus estudios, a su carrera, a su trabajo, a su familia y a sus amigos. J... a veces no sé qué está pensando. Su “no quiero pensar en el futuro” me hace pensar a mí, me hace pensar en que cualquier día me va a decir que su príncipe europeo viene a Lima, a llevársela, a casarse con ella, y sé que así será, que un día me voy a despertar y no estará más para mí porque se habrá casado con su príncipe europeo y tendrá muchos hijitos y perros, “más perros que hijitos” como alguna vez me dijo. ¿Y qué me quedará a mí? Una serie de dulces recuerdos... supongo.
Regla número 1 de ser lesbiana: no te enamores de una hétero. Definitivamente ya la rompí. Y, para colmo, le negué el hecho de que estoy enamorada de ella. Le dije que no lo estaba, que me tomaba tiempo enamorarme de alguien. ¡Como si un semestre entero de verla y rogar que “fuera” no hubiera sido suficiente! Por supuesto que, solo con verla, supe que era hétero. Pero las esperanzas es lo único que no muere. Mis esperanzas tampoco murieron. Una fiesta, cuatro chicas demasiado ebrias para controlar sus impulsos... yo era una de las cuatro chicas... y la única lesbiana del grupo. A todas se nos pasó la mano con los tragos. Creo que todas hicimos cosas que no hubiéramos hecho si no hubiéramos estado ebrias. Unas bromas ladillas. La tenía frente a mí. No me atreví a hacer nada. Aún estaba demasiado consciente de que estaba rodeada de héteros. Aún estaba consciente de que nuestras dos amigas – por supuesto, también héteros – nos miraban. Pero, sobre todo, aún estaba consciente de que ella era mi amiga, de que era hétero y de que no habría mayor traición a nuestra amistad que plantarle el beso que me moría por darle. Sin embargo, las horas pasaron, hubo más trago, más bromas y más chicas a las que dejé de mirar porque ahora la miraba solo a ella.
Las bromas. Ese fue el inicio, y lo que desató todo. Nuestras dos amigas se fueron a bailar. Una broma. Un enfrentamiento de bromas. 10 centímetros entre nosotras. 5. 2. Me atreví. La besé como había querido hacerlo hacía tiempo. Tenía miedo que me diera una cachetada. Alargué el beso. Seguía teniendo miedo. Terminé el beso. No hubo cachetada. Hubo otro beso. Esta vez me lo dio ella. No podría decir que me lo robó porque me lo dio.
Así comenzó esta historia. Supongo que más adelante se enterarán de más detalles. Supongo que más adelante sabrán por qué comencé este blog y por qué escribo sin corregir nada más que cuando me equivoco en una letra.
Ahora saben por qué estoy aquí, por qué prefiero narrar esta historia siendo un anónimo “Patito”, un apodo que se lo debo a la única persona que me llama así, a la única persona que sabe quién soy.

6 comentarios:

  1. me pase toda la vida cuidandome de los refrios, cuidandome de que no me hagan daño, siempre con un paraguas en la manos por si algun dia lloviera.. hoy tengo 80 años y me he dado cuenta de que no he vivido nada ; si patito la vida esta llena de miedos pero depende de nosotras saber manejarlos, si J se va con otro pues estate esta feliz por q la tuviste peor hubiera sido no tenerla nunca, si tu mama se entera pues tambien sabra q ser lesbiana es lo q te hace feliz, si hoy quieres esconderte bajo un seudonimo hazlo tienes todo el derecho de gritar quien eres en su momento, haz lo que quieras hacer y no tengas miedo de sufrir de llorar pues de eso esta hecha la vida entre otras cosas no? y si te caes pues siempre me tendras para levantarte ( a patadas jij i) te kiero patito

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  2. Saber vivir sin un paraguas... alguna vez dijiste que me ibas a enseñar. Creo que estoy lista para aprender. ¿Me enseñas?

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  3. Es el mejor cumplido que se puede recibir de alguien, pero es mejor aún cuando viene de alguien tan sincera como tú, especialmente cuando es amiga.

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  4. Cuando se te lee, uno piensa, luego de llevarse la mano al mentón y dudar por una milésima de segundo si eres o no eres: "caramba, esta chica escribe muy paja". Y nada más. No dejes el cigarro que es tu sello, no necesitas parches, sino reinvenciones, y también cortar de un tajo, con tu Victorinox si es posible, el cordón que te ata al hogar familiar. Las aventuras en el peludo terreno de las "hetero" (esta flaca, ¿lo será?, muchas veces esa pseudo hetero puede ser una "aún no asumida", porque siempre hay una 1a vez), qué te puedo decir, no son siempre recomendables, pero sí un mal necesario frente a un ambiente en decadencia y una falta de material (girls). Una última idea: aprende de la sinceridad y autenticidad de Cato y tendrás unos 30's de lujo. La falta de valentía es un derecho, aprender a enfrentar, un deber. Ejércelo y déjate de vainas.

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  5. Mmmmmmm... ¿Veamos qué pasa en los siguientes capítulos?
    Gracias por el comentario y los consejos :)

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