viernes, 4 de diciembre de 2009

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- Así es. Tuvimos nuestra crisis y regresamos... o nunca terminamos y yo me aluciné jodido.
- ¿Crees que hayas aprendido algo de todo eso?
- Mucho...
- ¿Ahora te niegas a hablar?
- No. Es solo que... ¿cómo explicarlo?
- Desde el inicio, como se lo dijiste.
- También le dije que hay explicaciones que no se pueden comenzar desde el inicio porque no son cuentos.
- Cierto. Aún así te lo explicó.
- ¿Siempre tienes que tener una respuesta para todo?
- ¿Evades?
- Evado. Es más, te hago una pregunta que no tiene que ver con el tema que estábamos hablando...
- Así se desarrollan las conversaciones, ¿no? Dos personas conversan sobre un tema y terminan hablando de otros.
- Supongo. En todo caso, la pregunta: ¿siempre tienes que preguntarme cosas?
- Claro. ¿Para qué más estoy?
- Podrías darme respuestas.
- Sabes que ese no es mi papel.
- ¿Cuál es tu papel?
- El de guiarte para que tú halles las respuestas.
- Tal vez.
- ¿Vamos a quedarnos hasta tarde en este juego de preguntas y respuestas?
- Solo hasta que se me pase el efecto de la cafeína.
- Sabes que no debes tomar cafeína después de las 5.
- Lo sé... pero el frapuccino... tú sabes que me encanta. Era como tentar a un niño con un helado.
- ¡Claro! Y como tú tienes edad para que te tienten con un helado...
- Pero sí con un frapuccino.
- Misma cosa. A las finales eres tan infantil como para ambas cosas...
- Tanto como tú.
- Traté de decirte que no era tan buena idea...
- Tu voz suena muy lejana durante el día.
- Ya me di cuenta...
- Sabes que solo existes aquí.
- Primero deberías responderte si existo...

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