lunes, 28 de diciembre de 2009

-- 3 --

A veces no sabemos por qué queremos a las personas. Podemos encontrarles millones de defectos, pero no nos importa. Lo importante es que estén a nuestro lado. Nos contagian una energía nueva, fresca, nos hacen revivir, salir de nuestras rutinas, vivir un encantamiento, una ilusión, una fantasía. Tal vez ese es el punto, todo es solo una fantasía. Abandonamos la realidad y nos sumergimos en esa ficción creada por nuestros minúsculos cerebros, donde todo es alegría, felicidad, y hasta nos hace mejores personas. Reímos y hacemos reír, nos volvemos más tolerantes, y hasta cambiamos nuestra actitud respecto a lo que nos molesta. Y toda esta maravilla porque alguien apareció en nuestras vidas y nos hizo cambiar sin siquiera darse cuenta.
Y las maravillas aún son más maravillosas cuando esa persona nos da bola y más aún – por increíble que parezca – si logramos tener una relación estable con esa persona. Es increíble cómo cambian los colores de la vida, nuestra misma calidad de vida, todo lo que dejamos de lado, lo que acogemos como nuevo y como nuestro. Es asombroso cómo cambia nuestro entorno gracias a que nosotros mismos cambiamos.
Conforme el tiempo pasa, esos cambios se hacen una condición, una característica de nosotros. Pueden haber problemas en la relación, pero los solucionamos y, a medida que va pasando el tiempo y la relación se afianza, nos vamos dando cuenta que una pelea no va a acabar con esta, nos sentimos más seguros de que somos queridos, de que las peleas son solo malos entendidos que se arreglan y pasan, se dejan de lado o en el pasado, y no tienen importancia cuando nos reconciliamos con nuestra pareja y todo está bien otra vez. Incluso llegamos a dar gracias por las malas experiencias vividas porque nos han enseñado a vivir, porque nos han dado la experiencia para afrontar esos malos momentos.
En este minuto, después de haber vomitado tres veces – juro que no quise hacerlo, que mi cuerpo me obligó a correr al baño – y de haber llorado como jamás lo había hecho (e incluyo a E y a nuestras incontables idas y vueltas), digo que todo ese bienestar es pasajero. J finalmente me ha dejado. Sí, después de haberle planeado una sorpresa para esta semana, luego de haber arriesgado mi pellejo innumerables veces, luego de haberme dicho que me quería y que quería pasar los cuatro días del fin de semana largo conmigo, luego de haber buscado “n” alternativas para pasar juntas esos días, luego de que me dijera que solo pensaba pasar el 31 y el 1ero conmigo, luego de que me molestara por tal cambio de planes después de haberme hinchado durante semanas con que nos vayamos de campamento los cuatro días, luego de haber preguntado a mis amigos e incluso conocidos si querían irse de campamente con nosotras... ella me dejó, me cortó, me terminó.
A estas alturas no sé si Cato haya tenido razón al decirme "si J se va con otro pues estate feliz por q la tuviste; peor hubiera sido no tenerla nunca". Lo único que sé es que duele tanto que mis manos apenas pueden escribir y que mi mente apenas puede hilar frases que no sé si serán congruentes porque, a pesar de no saber si volveré a escribir aquí de nuevo, si volveré a escribirle un poema, si volveré a escribir sobre ella o en su honor, seguiré mi costumbre de no revisar lo escrito y solo lo pegaré en este blog... este blog que creé, justamente, para poder dedicarle poemas y escribir sobre los vaivenes de nuestra relación.

2 comentarios:

  1. Parece que son épocas que te sonríen. Un par de fines de año más y ya eres Perú en Arg. 78. Y cual Janeth, ídolo de extintas noches en La Sede, nos preguntamos consternados "¿porrr que serrá?". Pero ánimo, ¡¡¡que todavía es matemáticamente posible!!! (claro, tienes que cambiar al entrenador, al delantero, al dirigente, al aguatero, etc.) Mi más sentido pésame a toda la afición, pero SI SE PUEDE CARAJO!!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario!!!!
    Finalmente volvimos justo a tiempo para irnos de año nuevo... pero creo q eso lo contaré en la siguiente entrada jeje

    ResponderEliminar